domingo, 14 de febrero de 2010

Grandilocuencia insospechadamente aparatosa

Dentro de los muchos placeres que nos brinda la vida, el de llevarse el último número de Vanity Fair a leerlo tranquilos alli donde nadie debe molestarnos por nada del mundo se lleva la palma.
Ya hemos probado hacerlo entre las flores, entre unos molinos azules muy monos...
Pero ninguno de estos tronos sagrados es comparable al prestigioso baño señorial diseñado para los grandes adinerados de hoy, por lo general, los árabes del petrodólar.
Estoy seguro que muchos pagarian fortunas por hacer uso de estos retretes imperiales, depositando en cuenta garantías de toda índole para poder comentar luego entre sus prestigiosos amigos la coproonerosa experiencia.
He tenido el "honor?" de haber decorado unos 40 de éste tipo por lo menos, de los cuales unos 5 o 6 rompieron dentro.
A principio de los 90 en esta zona había gente con mucho dinero y poco gusto, que le encantaban estas cosas, y se hacían esos baños solo para mostrarlos, ya que seguían usando la letrina de toda la vida.
Algo bueno tienen las crisis... se lleva todo este arte dudoso en un sólo tirar de la cadena.
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